En numerosas ocasiones, Moldavia ha sido bautizado como el país menos visitado de Europa, sobre todo ahora en el contexto de la guerra en Ucrania.

Su capital Chisinau está a tan sólo 80 kilómetros de la frontera con Ucrania, por lo que ahora mismo están viviendo muchos refugiados ahí.

Una experencia inolvidable para mi fue tomar el trolebús al llegar al país para ir entre el aeropuerto y el centro de la ciudad, ya que de verdad te da la impresión de haber viajados a través de tiempo. El bus sólo cuesta 0,45€ y tarda aproximadamente 40 minutos en llegar al centro de la ciudad.

En Chisinau, opté por una visita guiada del centro de la ciudad, algo que recomendaría a otros turistas, ya que como de momento casi no existe una industria del turismo, es bastante difícil saber por dónde empezar a la hora de navegar las atracciones turísticas que tiene. La versión moldava del Arc de Triomphe es algo que se destacó para mí, y también quedé sorprendido por la calidad de vinos y cervezas en Moldavia.

Una particularidad de Chisinau es que tiene muchos cafés y bares que están abiertos 24/7 ; no tengo ni idea del por qué, pero resulta ser bastante práctico si quieres ir a por una cerveza a las 4 de la mañana…